Todos los días, debo recorrer la famosa Avenida Central. Matices, gente y tiendas, son parte del panorama que ella me ofrece. Sin embargo no hace mucho esa gran “calle” se ha vuelto intransitable; los famosos vendedores ambulantes la han tomado como propia y sus múltiples productos ya no dejan ver el asfalto.
Quienes debemos caminar por allí, nos sentimos sofocados por esas voces chillonas, que nos ofrecen infinidad de productos sin marca conocida. Desde la última película que no ha sido estrenada en el cine, hasta productos de belleza, son parte del repertorio que se encuentra en las bolsas plásticas que utilizan como mostradores, dignos de cualquier tienda.
Si antes era inseguro y peligroso transitar por tan conocido bulevar, en estos días, el susto y la intriga corre por aquellas almas que deben pasar por ahí; pero cómo no sentirlo si cada cinco minutos surgen los enfrentamientos disímiles entre ambulantes y policías municipales, ya que en las calles los vendedores doblan en número a los vigilantes de la ciudad.
Es comprensible que en tiempos tan difíciles, las personas busquen formas de salir adelante, y no dudo que muchos de estos vendedores lo harán con ese fin, sin embargo, este problema también se ha convertido en un negocio redondo para otros: ticos o no ticos, han logrado ocupar el espacio público, coronándose como amos y señores de la capital.
Pese al trabajo que las autoridades han realizado para erradicar dicho conflicto, no ha sido suficiente para vencer a quienes alteran el orden y la ley. Nada detiene el hambre de “comercio” que invade las calles.
No sé si una ley fuerte ayude, o contratar más policías sea la mejor solución, no soy autoridad, no tengo la fórmula secreta que aliviane esta carga social. Pero sí puedo hacer algo: decidí no ser partícipe de este negocio.
No quiero ser cómplice al comprar productos que no sé de dónde vienen y con qué fin los están vendiendo. Tal vez este voto de protesta ayude a marcar un alto en el camino; a lo mejor hay otros allá afuera que también quieren caminar por la Avenida Central sin tener que tropezarse con algo que precisamente no será una piedra.
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