En el año 2005, Mark Zuckerberg., estudiante universitario de Harvard, creó un sitio web con el fin de poder comunicarse con sus compañeros de clase, pero su ingeniosa idea no quedó en un simple experimento; de una forma veloz su “creación” se ha transformado en una de las redes sociales más importantes del mundo virtual: el Facebook.
Ahora, “casi” todas las personas que tienen la posibilidad de acceder a la internet, se han convertido en seguidoras de este sitio. Todos son “amigos” del Facebook; desde un presidente, un jefe de estado, un músico, hasta un estudiante que asiste al colegio, han adoptado este medio social, como parte de sus necesidades diarias.
Nuestro país no escapa de este fenómeno, más de medio millón de costarricenses se han unido a este grupo, y lo han convertido en una posibilidad para tener algún tipo de amistad.
Sin embargo, parece contradictorio cómo nos denominamos “amigos” o amigas” en el Facebook, cuando en la vida cotidiana, nos comportamos como simples “conocidas o conocidos” de alguien.
Agregamos a nuestra lista de “amistad” a personas con las que nuestra comunicación diaria se reduce a un sencillo: “¡Buenos días!”, pero gracias a las actualizaciones de sus perfiles nos enteramos si están contentas, tristes, preocupadas o sencillamente, enojadas con el universo.
De una u otra manera, esta red social ha logrado profanar el valioso significado de la amistad, convirtiendo a cualquier individuo en un “nuevo” amigo.
Ahora, una tarde de “café” entre compañeros ya no está en voga, para qué si podemos pactar una cita entre amigos para conversar a través del frío y distante “chat” de esta red social.
“El éxito de Facebook radica en tener 150 amigos. Eso es absurdo, ya que nadie los tiene en la vida real”; con esta frase del escritor y director argentino, Juan Faerman, quien publicó un análisis acerca de este fenómeno social mediante su libro “Faceboom”, se puede meditar, si de alguna manera hemos perdido de vista el significado que tiene el compartir una relación de amistad verdadera; inclusive, podríamos pensar que el tener más de cien “amigos” en “Facebook”, no nos convierte en personas más queridas por los demás.
Es posible que mediante esta red
”comunicativa”, hayamos creado una fantasía virtual, en la que por unas horas nos convertimos en los confidentes de alguien, pero luego, en lo cotidiano seguimos siendo los perfectos desconocidos de siempre.
Un escritor canadiense, contó a través de un escrito presentado en el “New York Times”, su experiencia al organizar una fiesta para sus 700 amigos de Facebook a la que finalmente asistió sólo una persona. Según cuenta el canadiense, remitió ciber-invitaciones a sus 700 “amigos”: 15 le dijeron que irían a su fiesta, 60 dijeron que quizás asistirían, y unos cientos le dijeron directamente que no; el resto ignoró su ofrecimiento y ni tan siquiera se molestaron en responderle.
Esa anécdota tan irónica refleja la otra cara del libro, la otra faz que no parece tan bonita, pero que existe y está latente: que en “facebookland”, como en cualquier libro de ficción, todo se convierte en una aventura interesante. Nos emociona saber que cada vez que acumulamos un amigo en nuestro perfil, los niveles de popularidad aumentan y eso nos convierte en personas más “importantes”, pero como al final de cada relato fantasioso, justo después de pasar la última hoja, simplemente retornamos a formar parte de un mundo más antagónico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario