domingo, 13 de octubre de 2013

¿Cuál es su nombre?

Una amiga me escribió un mensaje: “dicen que atropellaron a Marito Mortadela”. Se me arrugó el corazón y un icono de carita triste fue mi respuesta. Él, para mí, más que un icono famoso de las calles josefinas, es parte de una de las lecciones de vida más importantes que tengo.

A Marito, siempre lo veo, hasta tenemos una foto juntos. Todos los sábados tengo que levantarme temprano para ir a clases de inglés,  en la Universidad de Costa Rica. No tengo carro, por eso debo bajarme en la “Coca” y caminar por la Avenida Central para ir a tomar los buses que llevan a San Pedro. A las seis y media de la mañana siempre me lo encuentro, lo saludo y sigo. Pero un sábado de tantos, decidí invitarlo al desayuno. Qué es un pancito dulce y un fresquito.

Me lo encontré, de espaldas, recién bañado, camisita roja, “afinando” su guitarra y dejándose acalorar por el sol. Le toqué el hombro, le dije con voz madrugona: “¡Buenos días Marito, tome para que desayune!”. El “niño” con arruguitas y labios resecos, me sonrío, me abrazó y me tiró un beso. Pero eso fue sólo el preámbulo del ritual humano que me regaló esa mañana. Se quitó la gorra, se rascó la cabeza y me dijo: “muchacha ¿Cómo se llama usted?

Raquel, le contesté. “Pues, Raquel ¡Qué Dios te bendiga!”

Si, ese de voz ronqueta, a quien alguna vez el periódico La Nación le hizo un reportaje acerca de su historia, el hombrecito que a su modo “entona” melodías, no me preguntó, de dónde venía, en qué trabajaba o qué me gustaba hacer. Tampoco, se refirió a mí con algún adjetivo. Sólo me preguntó mi nombre.

Luego de que me bendijera, lo abracé de nuevo. Y como la “vieja” llorona que suelo ser, mientras llegaba a la parada de San Pedro, entre una sonrisa y una lágrima, recordé que mi mamá siempre decía que Dios nos llama por nuestro nombre. Y así fue.
Estoy segura que Marito sabe que yo soy su hermana, porque tenemos un mismo Padre. Él ama a los suyos. Les sonríe, y hasta los llama por su nombre. No los etiqueta, no los juzga. Pero nosotros, los hermanos “mayores” tenemos unos lentes oscuros tan profundos que ignoramos al resto de “maritos” que nos topamos.

No me importa que suene a cliché. Ese día, Mario Gilberto Solano Quirós, me enseñó que podrá tener el tarrito blanco vacío, pero llenito el corazón. 





domingo, 18 de agosto de 2013

Periodista, punto y coma

Por Raquel León Rodríguez

 ¡Recorcholis Batman! Una de las siete carreras en las cuales un joven no podría encontrar trabajo, es periodismo. Eso se dice hace rato y según una nota de teletica.com a través de una especialista del CONARE me lo confirma. Pero heme aquí, leyendo un “artículo” de alguna revista, de alguien que precisamente no es periodista. Un inicio sin premisa, un puño de párrafos sin fuentes, llenando los vacíos con varias fotos bien afinadas por Photoshop. ¡Y sí, para escribir una nota no hay que ser periodista! Pero como duele eso.
 Colegas, de meseros, tocando música en algún bar, sonriendo frente a una vitrina de servicio al cliente. O bien trabajando en campañas políticas, mordiéndose la lengua, porque hay que ganarse los frijoles.No importa cual motivo nos haya llevado a querer ser periodistas, algunos con sueños de maquillaje y televisión, otros con convertirse en comentaristas de Fox Sport, o bien simplemente nacieron con el gusanito del “metiche” adentro. Lo sé, porque desde que tenía cinco años grababa un “programa de radio” donde mi hermano menor me ayudaba como “entrevistado”. Durante cinco años me tocó cumplir con horario de oficina; sacando copias y atendiendo llamadas para luego meterle puño, letra y voz a las, columnas, reportajes televisivos o notas radiofónicas que me dejaban de tarea, pero ese era mi mundo onírico; mis noches como estudiante en la universidad. Me estaba formando como periodista, una que pudiera con toda la capacidad y actitud enfrentarse a las salas de redacción o reportear un rato. Así como yo, mis compañeros hicieron el mismo sacrificio; a unos los veo creciendo como profesionales en su charco y a otros esperando el chance en que la vida los tome en cuenta.
 Pero sigo leyendo el “artículo”, pazco, cursi, sin arte ni parte. Sin embargo, algún medio se lo publicó y eso ya es ganancia, le da más currículo a alguien que simplemente le dio por escribir algo. ¡Ojo! No tengo nada contra quien escribe lo que piensa, pero si me “encachimba” que desvirtúen la jugosa virtud de saber escribir, o por lo menos la conciencia de redactar en función de la compresión de un público, porque mis colegas saben a lo que me refiero, el valor que tiene escribir o hablar de forma sencilla para que todos entiendan, pero con glamour para no parecerse a cualquiera. Lastimosamente, el periodismo, no tiene la ventaja que tienen otras carreras, el abogado es abogado o el doctor es doctor hasta que alguien los certifica. El periodista, es aquel que muchas veces sólo comenta sobre un partido o en estos tiempos modernos, alguien que tiene muchos followers en Twitter, pero que nunca tuvo la intención de pasar por el proceso de conocer a su fuente o los paso elementales para una entrevista. Claro está, un periodista titulado necesita experiencia, necesita garra de calle, regaños de los colegas de la vieja guardia, necesita crecer como un verdadero profesional en el área de la comunicación, pero si seguimos viviendo en un país con un mercado tan cerrado o dándole pelota a gente que está “in” pero que de comunicadores no tienen nada ¿Qué hacemos? Acumular títulos y seguir sacando copias.
Dicen que hay que ser paciente, que las puertas se abren, pero a lo mejor nos toca llamar a algunos de los señores del Servicio Especial de Respuesta Táctica (S.E.R.T) para que nos colaboren con botar algunas puertas y salir de ese letargo laboral. Si me dicen que el problema está, en que muchas personas estudian periodismo y “no hay cama pa” tanta gente”, pues que se lo barajen a la niña que desde que tiene uso de razón, no se imaginó su vida haciendo otra cosa.
 En la calle hay muchos, cantantes frustrados, bailarines frustrados, poetas frustrados, pero en definitiva yo no quiero ir caminando por la Avenida Central y sentirme una periodista frustrada. Un día le dije a un amigo que admiraba a la gente que vivía de lo que amaba, porque no conocía otra forma de vivir ¡Puña! Yo me quiero admirar de mi misma entonces.

lunes, 12 de agosto de 2013

Si nos vamos a morir que sea de risa...

Tanto menester en la vida. Si esa amiga tan corta, tan vacilante, tan tan tan... Tan así de fugaz que se casó con el tiempo, y ese señor nos jode a cada minuto. Pero "relax" que si la vida nos hace carilla de brava, riámonos un rato, que al final es mejor reír que llorar, pero mejor aún llorar de tanta risa...