jueves, 11 de noviembre de 2010

Un minero más


En un martes y miércoles de una semana poco común el mundo (y cuando digo el mundo puedo asegurar que así fue) fue testigo del rescate de 33 mineros que durante 69 días vivieron la peor o mejor experiencia de su vida.



Vivir a más de setecientos metros de profundidad totalmente ajenos a la rutina y con sus gargantas casi rendidas por la desesperación de no ser escuchadas, estos hombres añoraban volver a su vida habitual. Sin embargo, estos hermanos chilenos nunca estuvieron solos, su país y el mundo entero les acompaño de forma física, solidaria, inclusive espiritual.



En ese momento en que el mundo se detuvo para presenciar la “liberación” de estos hombres aguerridos y esperanzados, no dejé de pensar por un instante que el filósofo inglés Thomas Hobbes no había sido tan acertado en decir que “el hombre es malo por naturaleza”.



En esos minutos, mientras la cápsula subía y bajaba mi mente y alma se sentían orgullosas de la humanidad, -es increíble que aún se puede creer en los humanos- (o en las acciones de humanidad que producen). Creyentes o no creyentes, todos esperaban que dicha travesía culminara satisfactoriamente.



La alegría se le notaba a todos en el rostro, y cómo no sentirla después de semejante acto, pero era inevitable pensar que allá afuera, en la superficie habita un minero más, uno que lleva días, meses incluso años atrapado en las profundidades de su propio cuerpo y ser.



Hay un minero en la calle, en el hospital o en la cárcel, que también está pidiendo que lo ayuden. Este hermano grita que lo dejen salir del hueco que lo convirtió en la persona que nunca creyó ser.



A este vecino, conocido o desconocido no le importan si las cámaras captan el momento de su salida, él tan sólo añora que alguien lo esté esperando cuando eso pase.



Si la humanidad fue capaz de solidarizarse con 33 personas que vivían a miles de kilómetros de cada casa, asumo que debe ser mucho más fácil hacerlo con este minero del que les he venido hablando. Un amigo que está tan cerca de nosotros.



Sólo basta con abrir la puerta, sólo basta con caminar unas pocas cuadras o leer el periódico para descubrir que existe un minero más que anhela ser encontrado por su hermano y como el ave fénix renacer de las profundidades.